El mal llamado storytelling, al parecer, es la salvación de la comunicación... No me expliques el producto… cuéntame la historia. ¡Emocióname! Exponme los beneficios. ¿Qué harás por mí?
Pero la comunicación no ha de ser sólo entretenida o interesante... ha de ser efectiva. Piénsalo cuando vayas a escribir tu próximo texto, ¿cómo voy a emocionar a mi cliente para que me recuerde, considere, prescriba o compre?
Nuestro truco: conocer para quién escribimos. No basta con tener un target. Hay que hacerse las preguntas correctas:
¿Qué le gusta?
¿Cuáles son sus preferencias?
¿Qué tiene relevancia para él?
Y entonces construir un relato con los hechos, pero cómo a él le gustaría que se lo contaras, con las palabras y la estructura que le resulten cercanas. Pero eso supone renunciar. No puedes dirigirte a todos los públicos a un tiempo, sino es para dar información.
¿Qué opináis? ¿Están las empresas acostumbradas a renunciar o tienden a la inclusión? #commtitude.
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